El mar de la impotencia



Estamos moderamente bien, en el sentido de que sufrimos los efectos puros de la vida: el nacimiento, la adolescencia, la madurez y la muerte, y en contadas ocasiones sufrimos injusticias que nos hacen pensar en que esta vida no es la que deberíamos haber vivido, que esta vida debería vivirse de otra manera, con otros alicientes y con otras consecuencias. Nos agradaría un mundo en el que no hubiese que trabajar tanto para otros para poder “prosperar”, un mundo en el que se reconociese el valor que cada uno ha demostrado día a día. ¿Cómo habría de ser al reconocimiento?..., quien sabe, pero quizá debería estar relacionado con que uno pudiese seguir haciendo lo que le guste hacer, que siga avanzando hacia la perfección en lo que quiera que haga, sin dar mas explicaciones o buscando mas subterfugios para continuar.

Estamos moderadamente mal, en el sentido de que apenas somos responsables de nuestros actos, es decir, los intereses del sistema político y económico en el que estamos inmersos se han visto tan fuertemente entrelazados que ya no es posible discernir que es política y que es economía, y no lo digo con acritud, lo digo con pena. El sistema político depende tanto del sistema económico, como el sistema económico depende del sistema político, tanto que ha desaparecido prácticamente la persona. El individuo se ha convertido en la materia prima insustancial para la construcción de ambos sistemas, y al parecer no hay vuelta atrás, dar la espalda a estos sistemas implica convertirse en lo que hoy es Venezuela o Cataluña. Que cada cual saque sus propias conclusiones.

Estamos mal, en el sentido de que no se puede luchar contra ambos sistemas, que es difícil o imposible buscar una vía de escape o una idea feliz acerca de cómo ha de ser el futuro de la humanidad, no hay idea buena que no pase por el suicidio de una sociedad. El futuro se perfila como un tira y afloja entre lo que necesita la sociedad y lo que necesitan los mercados, pero nunca se plantea sobre lo que precisa el individuo. Y quizá sea este punto el que pueda salvar al futuro de la humanidad: La persona. Con la aparición de los grandes servidores, el Big Data, los superhéroes, los monopolios mediáticos,  se potencia el que las personas sientan, piensen o se les haga creer que no son mas que una minúscula pieza del engranaje de la sociedad, que carecen de fuerza o la posibilidad de presentar batalla a un futuro tan controlado como incierto.

Estamos muy mal, a no ser que todos y cada uno, por su cuenta despierte y vea que estamos sumergidos en el mar de la impotencia, y que ha de luchar de forma individual y sin ayuda de nadie para que esto a lo que llamamos “vida”, cobre sentido, que cobren sentido las miradas, las sonrisas y los besos. Que cobren sentido las caricias, que cobren sentido nuestras luchas, que cobren sentido el amor, los hijos y los amigos, por que la lucha es lo que nos hace ser personas, pero no nos hace sentirnos mas persona la lucha contra muros, montañas o gigantes en una sociedad en la que a cada segundo que pasa menguamos.

En el sistema económico no podemos involucrar, pero en el sistema político si. Me gustaría animar desde este modesto y casi invisible blog a que cada persona se defina y participe de la vida política de la sociedad para poder avanzar en la individualidad de cada persona defendiendo sus intereses, que es la única forma de defender los de todos. Vayamos pues a una unión de personas, que no de sistemas.

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