La República, el camino del Socialismo y la Suerte
Envidio
a los socialistas convencidos de que su partido hará lo mejor para el país, y
que de ellos será el reino de la tierra.
Hace
tiempo que me debato entre la vida y la muerte, entre el yin y el yang, entre
el día y la noche. El intentar dar mi apoyo a una razón ilógica en vez de una lógica
puede que a muchas personas no les trastorne como a mí, pero esa no es la
cuestión al fin y al cabo. El número de seguidores en este tema como en otros no
transciende. Toda ilógica tiene su lógica.
¿A
quien no le gusta el comunismo o del socialismo?, desde luego es una cuestión
menor dentro de un mal mayor; y aún no lo he desarrollado, pero a priori, sin
conocimientos sobre las bases del comunismo o del socialismo, me parece un
error, aún no sé por qué, pero algún día lo descubriré. Otro tema a considerar es
el de República o Monarquía, o ninguno de los dos. “Ninguno de las dos” (República Presidencialista) sería
dejar a un país a merced de un partido político, sería dejar el brazo armado de
un país en manos de cualquier desalmado con intereses ocultos o estúpidos, como
lo pueda ser el nombrar como ministro de defensa a una mujer, no por su valía,
sino por estar embarazada y poder darle por ambas circunstancias en las narices
a toda la plana mayor del ejército y hacer reír a sus bases. Un Jefe de Estado
es la conciencia de una nación, es su tutor, y esta consciencia debe tener una
base sólida con la que poder tomar decisiones, no vale cualquier imbécil, ha de
estar preparado.
¿Quién
no es republicano?, porque no serlo implica reconocer que hay quien es mejor
que uno simplemente por haber nacido en una familia de sangre azul. Pero esta
no es una cuestión sobre quien tiene más valía, es una cuestión de suerte.
La
monarquía deja el futuro de un país a la suerte de un individuo, a la suerte de
un nacimiento, a la suerte de una dinastía. A la suerte. No hay nada más
democrático como que decida la suerte quién será el político que encamine a una
nación de una forma desinteresada. Si, puede parecer que el rey puede obedecer
a intereses ocultos, pero un rey no debe pleitesía a nadie, sólo a su suerte. Si
Pedro Sánchez se pudiera autoproclamar Jefe de Estado o Rey, sin duda lo intentaría, y lo que es
peor, lo conseguiría. Pero esa no es su suerte y si la nuestra.
La
República deja el futuro de un país a los intereses de un partido, a los
intereses de los medios de comunicación especuladores, a los intereses de
aquellos de domestican a la plebe con sus mentiras, a los que comercian con
nuestras vidas, a los pastores de borregos, porque hemos de reconocer que este,
como todos los demás, es un país de borregos. El reconocerlo no implica no
serlo, el reconocerlo sólo implica saberlo y no poder hacer nada. Puestos a
elegir casi es mejor ser borrego sin saberlo a un borrego a sabiendas. Los días
son más afables, más tranquilos, con más excusas válidas para uno mismo, que
son las únicas que importan, la culpa siempre es de otro (de derechas) y nunca
de uno mismo.
Los
que somos realmente afortunados somos los que no veremos jamás a individuos sin
escrúpulos, a los que obedecen a intereses ocultos, a los tiranos, y a los
estúpidos sentados en el trono de la Jefatura de este país.
Envidio
a los republicanos socialistas o comunistas que no se creen borregos, y que en sus
balidos encuentran teorías idílicas para el reparto justo de bienes, la
igualdad de clases y la socialización de la humanidad de camino al matadero.
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